Nuestros estudiantes ante el inevitable desempleo y la extinción de las democracias.
Por León Trahtemberg
Desde hace décadas me preocupa la cantidad de egresados del sistema educativo, incluyendo la educación superior, que cumplen con todos los requerimientos de los estudios que le son exigidos por sus profesores y catedráticos para aprobar con éxito sus títulos, pero que en el mercado laboral no encuentran un trabajo que retribuya sus inversiones y esfuerzos. Es más, un Informe del retorno de la inversión (ROI) hecho en EE.UU. por The Foundation for Research on Equal Opportunity para casi 14 000 programas de posgrado, incluidos 11 600 títulos de maestría y 2300 doctorados y títulos profesionales, muestra que el 40% de los títulos de maestría no producen un rendimiento positivo. Es decir, lo que invierten en pagar sus estudios no es compensado por las ganancias de por vida que un estudiante puede esperar de ese título (incluidos los populares MBA).
Por otro lado, los futurólogos anuncian que la automatización traerá como consecuencia la pérdida de unos mil millones de empleos actuales de personas que se quedarán “en el aire”. ¿Qué alternativa de recolocarse tienen por ejemplo personas de 50 años que quedan desempleadas y han sido cajeros, vendedores de retail, trabajadores contables, mecánicos de tareas rutinarias, oficinistas, etc.? ¿De qué vivirán de modo digno los siguientes 50 años de su vida incluyendo los costosos gastos en salud?
Los pensadores del empleo están hablando cada vez más de la necesidad de una renta universal mínima para cada persona asignados por el estado, de modo que el desempleo no sea una amenaza a su existencia digna. Sin embargo, eso aún está en pañales y será necesaria una gran turbulencia social y política para que los gobernantes sientan la presión para incorporarlo a sus presupuestos.
En otro orden de cosas, si observamos el panorama político internacional vemos una creciente tendencia al debilitamiento de las democracias, el crecimiento de los extremismos de todos los signos cuyos caudillos encabezan regímenes autoritarios con creciente control sobre la prensa, promoviendo cambios constitucionales para perpetuarse en el poder, y que se adhieren al modelo de liderazgo político autoritario y no democrático de países como China, Rusia, Singapur, Hungría, El Salvador, Nicaragua, Cuba, Venezuela, las dictaduras árabes y africanas, sin olvidar las aspiraciones evidenciadas por Bolsonaro y Trump, por mencionar algunos.
Frente a esos escenarios no dejo de preguntarme: entrenarse para contestar los tradicionales exámenes de matemáticas, lectura o conocimientos científicos fracturados por disciplinas clásicas, ¿pone a los estudiantes escolares en condiciones de navegar sobre esta ola de incertidumbres laborales y amenazas políticas? ¿Las carreras universitarias tradicionales con sus currículos estandarizados por créditos y diez o más semestres van a producir egresados capaces de ser “los elegidos” en la competencia por el empleo digno y próspero, y de nutrir sus aspiraciones y militancias democráticas?
¿No es hora de imaginar un sistema educativo que dé respuesta a esos escenarios que son de temer? ¿Hasta cuándo se seguirá creyendo que lo que funcionaba en el siglo pasado sigue siendo la vanguardia de la educación pertinente para estos tiempos y los venideros?
Si lo que necesitamos son egresados cuyas identidades estén fuertemente ancladas en ser agentes del cambio para procurar el bien común y la construcción de una democracia funcional y próspera, ¿no debería ser esa la imagen objetivo en la que se inspire el diseño del sistema educativo, en lugar del “sálvese quien pueda” u “ojalá que tengas suerte” que tenemos hoy?
Ya hemos tenido suficientes “reformas educativas” que no reforman nada y sé que no podemos esperar nada nuevo de los Ministerios de Educación. Pero al menos los colegios cuyos promotores, docentes y padres de familia sí ven estas nubes riesgosas en el horizonte de los estudiantes, ¿no deberían ser más ambiciosos, audaces y valientes para darle forma a una mejor propuesta educativa para sus hijos, que además sirva de referente y aliciente para que más y más instituciones le den mejores oportunidades de éxito a sus egresados?
La complacencia con lo que no funciona nunca se ha resuelto haciendo más de lo mismo…
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