viernes, 24 de mayo de 2013


CHAVISMO INEVITABLE. ¿Tiene cómo y con qué?

(Foto: Andina).
La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.
GROUCHO MARX
Han pasado cerca de dos años del Gobierno de Ollanta Humala y, más allá de las críticas y exigencias que se le puedan hacer, éste no se ha salido de los cánones de la democracia, como mucha gente temía. No es solo la “hoja de ruta” lo que se debe mirar para contrastar sus retrocesos, avances o continuidades, sino aquel juramento que daba cuenta, con testigos ilustres, de su posición frente a la arbitrariedad y el autoritarismo. Este evento no era accesorio para contradecir a un fujimorismo poco maquillado, que sin tractor pero sí con una aplanadora iba a arrasar con cualquier incomodidad. No sé si la convicción le dio, al hoy Presidente, para eso, pero los hechos muestran que en esa línea camina.
Eso no quiere decir que las dudas frente a cambios estén plenamente disipadas, pero creo que no estamos en ese momento: i) porque las condiciones no se prestan para ello, y ii) porque, tengo la impresión, no le da (la fuerza y la cabeza) para aventurarse de esa manera. Para qué hacerse problemas si está vigente la alternativa de avanzar sin mayores sobresaltos.
Ollanta Humala se ha acostumbrado a la popularidad con costo cero, al aplauso por no hacer mucho y a navegar con destino conocido haciendo amagues de ajuste y cambio (que den puntos en las encuestas), pero ninguna reforma de fondo, salvo aquéllas que se hacen tímidamente en algunos sectores por voluntad de sus titulares. Desde la crítica complaciente, los militantes se obnubilan y no advierten de riesgos, y en la trinchera del frente los más duros, en una lógica hiperpreventiva, advierten de un montesinismo que se cocina a fuego lento.
Las evidencias (dicen estos últimos) se hacen palpables cuando avala el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y hace gala de una presencia que debió evitar. Para autodefinirse por encima del bien y del mal, evalúan el comportamiento de los otros sobre la base de complacencias de izquierda y animadversiones de derecha, cuando es evidente que es un asunto de principios. Chávez se hizo a imagen y semejanza de Fujimori; si no pregúntenle a Keiko, que hacía trencito caribeño con entusiasmo. Pero decir que ésa es una señal de la visa ALBA es bastante prematuro.
Otro de los temores que se ha amplificado por estos días, por el caso REPSOL, es la posibilidad de contrariar las reglas de la economía que crece de manera sostenida los últimos 10 años (con lo que estoy de acuerdo), y de mandar a mantenimiento al piloto automático para navegar hacia un rumbo diferente. La participación del Estado en el mercado de sectores estratégicos, que se convierte en “un estudio técnico, económico, minucioso para ver si es factible”, según el propio Ministro de Economía, que, dicho sea de paso, pusieron los que hoy lo critican, genera una histeria que inevitablemente concluye en chavismo, estatismo o salto al vacío. Así le hacen a Alan García el favor que necesitaba para tratar de polarizar bajo la lógica de las elecciones 2006, y no responder por la industria de impunidad a favor de delincuentes de alto rango, que él, no creo que con el consejo de Dios, lideró. No necesariamente se hará lo que el Presidente evalúa, ya que, como en otros aspectos, el Gobierno retrocederá para no hacerse de problemas mayores. Ya lo dijo la Primera Dama: “Si no conviene, sencillamente no va”. Lo que nunca sabrá la mayoría de compatriotas es si valía la pena o no, porque no hay debate sino un diálogo de sordos y muchísimos intereses.

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